lunes, 22 de abril de 2013

Mal o buen uso de texto en la multimedia


La pregunta que nos hacemos cada vez que publicamos algo en internet: “¿quién va a leer lo que publico?”. En el caso de un blog, la cuestión depende de uno mismo promocionando lo que escribe y de la permanencia de un post en los primeros puestos de la propia bitácora. En Facebook, Twitter, Google, por poner sólo algunos ejemplos, lo que publicamos se une a miles o millones de fragmentos de texto generados por aquellos que, como nosotros, somos seguidos por nuestros seguidores.
Facebook tiene su propio algoritmo para clasificar las actualizaciones de estado como relevantes o irrelevantes. Si somos compartidos, comentados o “me gusta” a menudo, tendremos muchas posibilidades de ser visibles por ojos ajenos (siempre que no decidan ocultarnos, claro). Pero en Twitter no es así. Nuestros mensajes son llamadas de atención que caducan cuando les caen encima unas decenas de mensajes más en el timeline de un usuario. Fue ahí cuando, conscientes de lo efímero de publicar, nos preocupamos por saber en qué momentos hay más público potencial conectado para leer nuestros posts.
Usemos con racionalidad las herramientas a nuestro alcance, analicemos los datos y tomemos decisiones con sentido, pero demos valor a aquello que realmente nos ayuda a entender mejor a nuestra comunidad, no a lo que nos aturde con datos intrascendentes.
Es frecuente observar como los niños, niñas y adolescentes publican información en la Red como fotos, videos o datos personales sin tener demasiada conciencia del destino final de la misma, olvidando que el universo de gente que puede acceder a esa información no se reduce al círculo íntimo de amigos o conocidos, sino que puede ser vista por cualquiera que navegue en la Red.
Sin dejar de postular las enormes posibilidades que brindan las tecnologías de la información y la comunicación, es también preciso mencionar que su utilización por parte de los niños, niñas y jóvenes sin el debido seguimiento de los adultos, conlleva algunos riesgos. “Lo que se publica en la Red puede permanecer para siempre. Los contenidos se copian y distribuyen con facilidad y cualquier esfuerzo por eliminarlos suele ser imposible.
Al hacer pública la información en internet asegúrate de que no incluyas en ella nada que permita a un extraño averiguar quién eres o dónde vives. Nunca debes compartir con otros usuarios tu información personal como, por ejemplo, tu número de teléfono o dirección. Ve con cuidado con la aparición como fondo de tus vídeos de elementos tales como matrículas de automóviles o imágenes del exterior de tu casa, que podrían permitir que un extraño te localice.

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